El abanico flamenco
Pocos símbolos hay más representativos que el abanico dentro de la cultura flamenca.
Aunque su origen consta en Asia, España fue la encargada de lanzar a la fama este interesante complemento que, además de ayudar a combatir las altas temperaturas, esconde un lenguaje secreto usado desde tiempos anteriores por las damas para expresar emociones de manera sútil y elegante.
Los primeros abanicos tenían forma rígida y eran sencillos en cuanto a decoración, pero la evolución de este objeto lo ha llevado a convertirse en algunos casos en verdaderas obras de arte.
Su mecanismo de plegado permite su cómodo transporte y a su vez, protege la tela que lo conforma. Se pueden encontrar diversos diseños que se adaptan a cada situación y que adornan incluso ocasiones especiales tales como bodas, en los que los abanicos blancos de encaje aportan a la novia un toque flamenco y distinguido.
Las decoraciones de la tela pintada o bordada son infinitas y dignas de museo, recreando paisajes, motivos florales o cuadros.
Aunque, si hay que señalar el mejor ejemplo de abanico flamenco, sin duda, el estampado de lunares es el que hace gala del arraigo más profundo a la tradición, convirtiéndolo en el best-seller de estos preciosos accesorios, ya sea para bailar o para disfrutar de un buen día de feria andaluza.
De colores infinitos y con la elegancia y parecido a la cola del pavo real, un buen abanico no debe faltar nunca entre los tesoros de los amantes del flamenco.
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